No todos los días se lleva a la niña a jugar al parque. Esas cosas hay que merecerlas, pero ante todo hay que levantarse temprano. Sólo proletarios, campesinos, jubilados e impúberes se levantan temprano. A la niña hay que sentarla sobre los hombros para que recuerde al abuelo más allá de un dolor de lumbago con piernas. Los sexagenarios ocupan buena parte del tiempo libre ideando inútiles maneras de disimular la edad.
lunes, 10 de abril de 2017
RITA, HIJA DE INÉS
Por Camilo Villatoro
Oh Toledano
esquiva el foso de ranas
las cloacas de vapores malignos
la torpe boca del caimán polinesio ovillado en su cucha
y trepa a la ventana nasal por la cuerdita de petróleo
dejada crecer a razón de la lucidez que da el encierro
hacia la recámara dónde cuelgo la luna como único espejo
Bienvenida su mercé al harén mancebo de mis hermanas
huérfanas poliomielíticas salvadas de la indigencia
embajada milagrosa puesta en una esquina vista como la más miserable
para salvación del alma que se asome a sonar la aldaba
mañanas de domingo, corbata y antiquísimos testamentos bajo el brazo
Toledano, ah, templario para mi carne de monja afrodítica
despoja la enagua epidérmica
acaricia el tatuaje lumbar [daguerrotipo iudaeorum churrigueresco]
hasta brotar la savia intercontinental pasto de asnos erizados
o eclosión micótica vedada al tacto cristiano
Toledano, por hoy seré tuya a pesar de los mandamientos,
rompe el candado que me niega tu estupro
nada te importe de las leyes terrenas
abreva, amante lejano, de mi virginidad impenetrable
charco bendito en tu boca forajida antílope sabanero
humedad en el desierto posmoderno que nos separa cisne mío
príncipe entre todos los patos que buscan el norte en la dirección opuesta
esquiva el foso de ranas
las cloacas de vapores malignos
la torpe boca del caimán polinesio ovillado en su cucha
y trepa a la ventana nasal por la cuerdita de petróleo
dejada crecer a razón de la lucidez que da el encierro
hacia la recámara dónde cuelgo la luna como único espejo
Bienvenida su mercé al harén mancebo de mis hermanas
huérfanas poliomielíticas salvadas de la indigencia
embajada milagrosa puesta en una esquina vista como la más miserable
para salvación del alma que se asome a sonar la aldaba
mañanas de domingo, corbata y antiquísimos testamentos bajo el brazo
Toledano, ah, templario para mi carne de monja afrodítica
despoja la enagua epidérmica
acaricia el tatuaje lumbar [daguerrotipo iudaeorum churrigueresco]
hasta brotar la savia intercontinental pasto de asnos erizados
o eclosión micótica vedada al tacto cristiano
Toledano, por hoy seré tuya a pesar de los mandamientos,
rompe el candado que me niega tu estupro
nada te importe de las leyes terrenas
abreva, amante lejano, de mi virginidad impenetrable
charco bendito en tu boca forajida antílope sabanero
humedad en el desierto posmoderno que nos separa cisne mío
príncipe entre todos los patos que buscan el norte en la dirección opuesta
LA ÚLTIMA DULCINEA
I
Cuando le propusieron viajar, recordó el sueño de meses antes
en el que un completo desconocido le decía que fuera por él. Accedió al llamado
y se embarcó en una de sus experiencias más osadas: atravesar el océano en
busca de Dulcinea del Toboso. Aunque pareciera absurdo, tenía argumentos
suficientemente consistentes que la llevaron a poner todas sus fuerzas en
semejante propósito, entre señales y deseos; a continuación, las razones por
las cuales creyó como siempre en sus “intuiciones”:
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